SOCA (14.524) Por el Lic. Prof. Uruguay Vega Castillos Esta será una serie de publicaciones de notas relacionadas con los antecedentes históricos de la entrañable ciudad de Soca. Escribir algunas páginas sobre la ciudad de Soca, significa para el suscrito retrotraerse a la época en que siendo estudiante de Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, tuvimos oportunidad de llegar hasta ella, desde Estación La Floresta.
Recuerdo aún la Ruta 35, el escarpín, la parada de 10 minutos del ómnibus de Copsa que desde Pando iba a Costa Azul, mi madre y sus viajes en bicicleta hasta algún comercio de la ciudad.
Esta serie de notas se organizaron en torno de tres grandes subtemas:
A) Los orígenes de la tierra
Desplegamos a lo largo de siete ítems la historia desde la estancia de los “dos solises” pasando por la figura de Tomás Burgueño, para luego presentar una carta que los pobladores dirigen a las autoridades, así como las peripecias para alcanzar el derecho a la propiedad, luchando con figuras de mucho poder económico como es el caso de Félix Alzaga.
B) El proceso fundacional.
En este segundo subtema, se analiza el proceso fundacional. A partir de la figura de Zenón Burgueño se historian los trámites para alcanzar la autorización pertinente y seguir adelante en ése proceso.
C) Los nombres
En este apartado se considerarán los tres nombres que tuvo la población y en el final del mismo, se incluye una biografía que demuestra el porqué el nombre de Doctor Francisco Soca merece lucirse en un núcleo poblado, a partir de los valores que adornaban la personalidad de quien fue su hijo más destacado, y ese homenaje reiterado diariamente en el esfuerzo de cada uno de los pobladores.
A) LOS ORÍGENES DE LA TIERRA
I) La estancia de los “dos solises”
Corría el año 1735, cuando el Capitán de Mar y Guerra José de Villanueva Pico, eleva al Sub Delegado de Tierras de la jurisdicción Florencio Antonio Moreyras, una solicitud donde manifiesta los servicios prestados contra los lusitanos de la Colonia del Sacramento, y plantea sus aspiraciones para que se le concediesen tierras realengas situadas:
“en la vanda de San Phelipe de Montevideo, á distancia de once leguas de su Plaza, que corrían camino de Maldonado entre los dos Arroyos llamados Solís Chico y Solís Grande, desde la desembocadura de estos en el Río de la Plata hasta el nacimiento. de sus aguas en la sierras y lomas contiguas; cuias distancias desde el dho. camino de Maldonado, serian como de siete leguas poco más o menos. Y tamvien las tierras y potrero , que llamaban de pan de Azúcar, que estaban a la falda del Sitio de este nombre, y á tres leguas de el paso de el expresado Solís Grande; el paso de este con su contorno; Arroyos, arvoledas, lomas y sierras que le cercavan, y se hallaban contiguas, con sus faldas y cahidas, y las de dho. Pan de Azúcar con sus cahidas.” (“Colección de Documentos para la Historia Económica y Financiera de la República Oriental del Uruguay”, Tomo Primero “Tierras”, Ventas y Composiciones, Documento [1], pagina 127)
Transcurrirán quince años, hasta que el 26 de setiembre de 1750, el Cabildo de Montevideo ponga en conocimiento del Gobernador de Buenos Aires José de Andonaegui, que el Procurador General se pronunciaba negativamente en cuanto a la venta al citado Capitán de Mar y Guerra José de Villanueva Pico de tales tierras en la suma de 200 pesos, en virtud de tratarse de una dilatada extensión de terreno, atendiendo a la calidad de las pasturas, aguadas y montes y lo útiles que serían para practicar cría y procreo del ganado de la ciudad. (“Colección de Documentos para la Historia…” Tomo Primero, Sección Pleitos por tierras VI, Documento Nº 1, página 396)
El 7 de enero de 1751, el Gobernador de Montevideo solicita al Ingeniero Director de la Provincia Diego Cardoso. “Al evacuarlo, manifestó éste que las tierras en cuestión se extendían desde el arroyo Solís Chico al Solís Grande, que constituían un potrero situado entre Montevideo y Maldonado. Señaló que por encontrarse esas tierras a cinco o seis leguas de Maldonado, su población podría servir para el resguardo de la plaza de Montevideo en caso de una invasión enemiga. Opinó que debían venderse.”
(Documento citado, en Colección citada, páginas 396-397)
Por su parte, el Cabildo de Montevideo en Informe de fecha 13 de febrero de 1751 señala que sería conveniente que tales tierras se poblaran con muchos individuos con preferencia a que sea un hombre solo, y que el juicio del Ingeniero Cardoso señalaba la necesidad de ocupar y poblar dicho territorio. Finalmente José de Villanueva Pico procedió a adquirir las tierras en la cifra de 400 pesos “después de haver trahido a la moneda nueve días…las remató en su parte como maior postor, el día dies y nueve de agosto de mil setecientos y cincuenta y dos.” (Archivo General de la Nación; Fondo Archivo de la Escribanía de Gobierno y Hacienda, Expedientes Encuadernados traídos de Buenos Aires Nº 141 – 147, Documento Nº 1, fojas 1,a 3, y siguientes.) El título fue confirmado en Aranjuez el 30 de abril de 1754.
Por 1771, José de Villanueva Pico, por entonces Comisario de Guerra y Superintendente de la Renta Real de Aguardiente, se encontraba residiendo en Madrid.
En 1784, el 21 de enero Juan Antonio de Haedo presentó el poder que certificaba que Juan de Villanueva Pico había comprado a su hermano José, según certificado del escribano Juan de Arias Saenz.
II) La Familia Burgueño se instala en los “dos solises”
La Familia Burgueño llega a ocupar parte de estas tierras, por la vía de aplicar el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados”. La donación que benefició a Tomás Burgueño estaría ubicada en los últimos meses de 1815, desde el 10 de setiembre que es la fecha en que lo aprobó el Jefe de los Orientales y con anterioridad a la fecha de publicación por el Alcalde Provincial el 14 de enero de 1816, de un edicto mediante el cual se pone en conocimiento de la población el proyecto agrario, así como las autoridades designadas para su cumplimiento.
De acuerdo con las formalidades establecidas en el Reglamento, Tomás Burgueño plantea una gestión por considerarse en condiciones de ser beneficiado con el reparto de terrenos, en su caso de la propiedad conocida como de los Haedos, atendiendo a sus notorios sentimientos patrióticos y servicios prestados, así como su numerosa familia y haber sido arrendatario de tal propiedad. La gestión de Burgueño, la recibe el Subteniente Manuel Cabral, dictaminando que las tierras solicitadas se encuentran comprendidas en las que se confiscaron por ausentismo de sus titulares. Así mismo, se fijan sus límites:
“qe. linda con el arroyo del Mosquito por el Oeste, por el camino de Maldonado por el Norte desde el paso de las Toscas hasta el cerrito qe. se dice El Mangrullo y de allí hasta los medanos formara un cuadro de legua y media por cada costado al poco mas o menos…”
(Archivo General de la Nación, Fondo Escribanía de Gobierno y Hacienda, Expedientes Encuadernados traídos de Buenos Aires, Nº 5 año 1827)
El trámite se clausura con fecha 15 de febrero de 1816 cuando el Cabildo resuelve aprobar la concesión del Alcalde Provincial, y en consecuencia el Secretario Pedro María Taveyro procede a inscribirla en el Registro de Donaciones de Terrenos.
(Documento citado)
III) La dominación portuguesa, un período de desconcierto e incertidumbre
“Cuando sobreviene la dominación portuguesa y el proceso iniciado por Artigas, comienza a ser desarticulado progresivamente a través de un paulatino movimiento restauracionista de las propiedades territoriales a sus antiguos dueños, encuentra a los herederos de la familia Villanueva Pico en evidente desorganización que los inhibe de plantear reclamación. La hija de Villanueva Pico ha legado las tierras al Presbítero de la Parroquia de San Adrián (Navarra) Antonio Garris” (Lic. Uruguay R. Vega Castillos; “Historia de la fundación de la ciudad Doctor Francisco Soca”, Artículo en Boletín de la Biblioteca Artiguista, Año V, Nº 20, marzo – abril 1977, página 74)
El sacerdote citado designa en calidad de apoderado a Alejo Sagastuy, quien nombra a Félix Alzaga para que lo sustituya. Alzaga, el 14 de marzo de 1818, en Buenos Aires nomina como su apoderado a Manuel José Saiz de Cavia. (Archivo General de la Nación; Fondo Escribanía de Gobierno y Hacienda, Expedientes Encuadernados traídos de Buenos Aires, Expediente Nº 5, año 1827)
El 13 de marzo de 1820, Alzaga formula de manera personal una reclamación al ex – administrador de los Villanueva Pico Joaquín de Chopitea, exigiendo documentación y cuentas. El pasamanos de la condición de apoderados continúa y el día 31 de octubre de 1820 es nombrado Francisco Juanicó. (Expediente citado)
El 7 de noviembre de 1821, el Gobierno Cisplatino emitió un bando para solucionar diversos problemas, habilitando la instancia para que aquellos que se considerasen propietarios se presentaran en un plazo de seis meses. Los involucrados debían dirigir sus reclamos a la Escribanía Mayor, oficina que se encargará de registros y títulos, ya sea de propiedad o de posesión así como cualquier documento o papel en virtud del cual se hallen en posesión de campos y haciendas, a los efectos de corregir cualquier carencia se garantizara su validez y estabilidad para el futuro. (Expediente citado)
Así mismo, se entendía pertinente que los poseedores tramitaran los certificados ante quienes fueron comisionados artiguistas. Entre los que gestionaron certificado se encontraba Tomás Burgueño. Los intereses que juegan, quedan en evidencia pues el continuo cambio de representantes del apoderado Alzaga, deja en evidencia como se valora la vieja estancia de los “dos solises”.
IV) Tomás Burgueño, un patriota
La vida de Tomás Burgueño, tuvo dos aspectos. Por un lado, luchar en los estrados judiciales la legitimidad de la propiedad de sus tierras. Y por otro luchar en las huestes patriotas.
“había conseguido el grado de Teniente Primero, luego mientras la incertidumbre ronda la Banda Oriental por obra y gracia de la dominación portuguesa es detenido. Pero por poco tiempo ya que la noche del 30 de julio de 1825 protagoniza una fuga desde la ciudadela, tal cual lo señala la certificación suscrita por el General Manuel Oribe en Montevideo a 23 de julio de 1835 en “favor del Teniente Coronel de Caballería de línea Tomás Burgueño…el día 31 de julio de 1825 se descolgó de la Ciudadela al foso ganando la campaña para prestar sus servicios a la causa de la libertad, por cuya firme adhesión en compañía se hallaba preso por los opresores del país.” (Diario “El Siglo” 16 de julio de 1874, Artículo del Doctor Julio Herrera y Obes). Los otros detenidos que fugaron fueron Ramón Castriz, Apolinario Gayoso, Jorge Liñán, el Comandante Suso, el señor Antequera y Joaquín Olivera.
V) Félix Alzaga y el surgimiento de nuevas preocupaciones para las ocupantes de los “dos solises”
Félix Alzaga, el 16 de enero de 1825, designa como apoderado, a quien fuera Fiscal del Crimen José Ellauri. (Expediente citado).
Adelantándose al conflicto, que trascendería Montevideo, Ellauri se hace representar en Canelones, lugar donde residían las autoridades. Así lo señala el hijo del donatario artiguista Francisco López, Vicente López. “…desde la plaza sitiada de Montevideo donde sirve a sueldo al enemigo con el carácter de Fiscal del Crimen se presenta por escrito a este Gobierno…y pide que las diligencias sucesivas se entiendan con don Roque Haedo, Administrador dice, de los campos en cuestión, o el que con su poder se apersone, sin embargo de que el mismo Ellauri parece le repugnaba formalizar otra substitución.
El Don Roque Haedo, residente también en Montevideo y á muy pocas cuadras del Señor Ellauri otorga impávidamente un poder especial á favor de Don Jacinto Álvarez, no obstante, que en autos no fue reconocido por parte, ni por consiguiente concedido lo que pedía…Don Jacinto Álvarez substituye su poder en Don José Encarnación Zas y aquí tiene vuexelencia los siete escalones que bajado desde … España el poder del Padre Garris con la circunstancia de que desde el Fiscal Imperial del Crimen hasta don Roque Haedo.”
(Expediente citado)
José Ellauri, se presenta en nombre del ausente don Antonio Garris, y considerando fuera de dudas sus títulos, solicita y se le concede por resolución de fecha 11 de setiembre de 1826 el desalojo en un plazo perentorio de treinta días. Sin embargo, el litigio no se solucionó, y en este sentido los donatarios artiguistas toman un papel protagónico logrando extender el litigio. Pero en 1829, Alzaga aparece nuevamente, logrando que el Juez Doctor Joaquín Campana emita un dictamen favorable a sus intereses, al declarar carentes de autenticidad todos los reclamos y ordena se ejecute la devolución a su legítimo dueño. (Diario “El Universal”; edición del 29 de marzo de 1830)
Atendiendo las derivaciones que el tema ha cobrado, el Juez Campana emite con fecha 13 de febrero de 1830 el siguiente auto: “Constando de notoriedad, y por el tenor de los documentos presentados por las Autoridades del país han estado por el termino de muchos años en la posesión y ejercicio de los derechos fiscales con respecto a los terrenos que reclama como suyo en la actualidad Don Felix Alzaga, admitiendo denuncias, ordenando su posición y mandándolos repartir á algunos hijos beneméritos de este Estado; se declara á consecuencia de lo expuesto y pedido por el Sr. Fiscal General el amparo en la posesión de los derechos fiscales por el remedio sumarísimo del ínterin, y con reserva de sus derechos en los juicios petitorio, y posesorio ordinario.
Expídanse los mandamientos respectivos de amparo a los jueces territoriales de Solís Grande, Pan de Azúcar y Señor Alcalde Ordinario de la ciudad de Maldonado para que hasta la resolución definitiva del asunto no permitan ejercer acto alguno que inquiete el amparo de la posesión declarada a favor del fisco. Y sin perjuicio citen y emplacen a todos los poseedores á efecto de que en el término de veinte días contados desde la intimación comparezcan por sí, o apoderado ante este juzgado á deducir sus derechos, y á presentar los documentos que legitimen sus acciones.” (Diario “El Universal”, edición correspondiente al 29 de mayo de 1830) Además de los documentos mencionados para la realización de esta nota se ha consultado: Barrios Pintos, Aníbal; “Canelones su proyección en la Historia Nacional” (Tomo II, página 447 – 454)