Pablo, héroe involuntario que salvó una vida a cambio de sus propias heridas.
CIUDAD DE LA COSTA (1891). Por Xosé de Enriquez (especial para El Corresponsal) “Busqué a los niños por toda la casa y no los encontraba” dice Pablo, un joven vecino de Empalme Olmos, que vive con su familia al lado de la casa de los Cabana, familia que diezmó el incendio.
“Los conozco desde que me mudé –dijo el héroe de Empalme Olmos a EL CORRESPONSAL–; ellos ya estaban aquí cuando yo vine”. El solidario y corajudo vecino recuerda con angustia los momentos vividos: “Me fueron a golpear la puerta; la vecina se metió para adentro de mi casa a pedir ayuda, que la ayudara, que se le prendía fuego la casa; no pensé en nada y salí”. El joven Pablo recuerda que “me metí para adentro e intenté sacar a los niños; no veía nada, entonces salí y por afuera arranqué con las manos la ventana del costado que da justo a mi casa. No se podía llegar al fondo de la vivienda ni entrar por atrás, por eso fui derecho a la ventana, para entrar al cuarto de los niños”.Con la voz entrecortada, Pablo cuenta “yo estaba con Daniel, le dije de ir a buscar a los niños, me trajo a la chiquita en brazos, la llevé a mi casa, la dejé con mi señora y volví a buscar a los otros; ahí ya no lo encontré más a él. Fue impresionante, no los encontraba, sentía una desesperación enorme, pensaba que estaban tirados en el piso y no los veía por ningún lado, ni en el dormitorio; se habían metido en el baño, supongo que Daniel quiso sacarlos por la puerta de la cocina y como no pudo se encerró en el baño”.Sin ocultar la profunda tristeza que lo embargaba, Pablo relató que “nadie podía imaginar que estaban en el baño; los encontraron los bomberos después que estaba todo apagado; fueron al baño como última opción. Yo me fui con la niña al hospital y allí también me atendieron a mí. Fue horrible, haces lo que podes, y no es nada”.
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